martes, 6 de octubre de 2009

ORACIÓN DEL VIAJANTE


Señor, soy el viajante.


El viajante, Señor, es una clase de persona que no cae nunca bien en ninguna parte. Llega siempre en mal momento. Es pesado. Solo da gusto cuando se le ve marchar.


Soy el viajante, Señor.


Ya sé que a Tí, al menos no te molesto. Por eso busco tu refugio cerca de Tí cuando llega la noche. En esta hora ¿sabes? se echa de menos el rinconcito de casa. El rinconcito templado del hogar, que cada noche acoge al último de los jornaleros y del que yo puedo disfrutarla tan pocas noches durante el año...


Es una mala profesión la mía, Señor Jesús, bien lo sabes Tú, porque bien mirado, Tú la ejerciste durante tres años. Tres años largos estuviste recorriendo, sin parar, los malos caminos de Palestina. Viajabas un artículo más difícil de colocar que el mío: Viajabas AMOR.


No. No tuviste múcho éxito. No pudiste convencer fácilmente a los hombres de que tu artículo era cosa buena, práctica y necesaria. Y entonces les hiciste una demostración: Les diste la vida por amor.


Ahora los convencidos, los tuyos, te ayudan en la tarea díficil: extender el amor por el mundo.


Señor Jesús ¿quién mejor que yo podría ayudarte? En mi cartera, junto al muestrario completo de mis artículos no me costaría nada llevar el tuyo: AMOR.


¡Si yo me convirtiera en viajante tuyo, Señor! ¿Verdad que es una buena idea? Tal vez no llegaría tan cansado, tan amargado, al término de cada jornada.


Pero sobre todo, al final de la Gran Jornada, el ocaso de mi vida, estaria seguro de encontrarte esperándome, con los brazos abiertos, en el umbral de tu hogar, el cielo. Tengo tanta sed de estar en casa, Dios mío.


Hazme viajante tuyo. Amén.


Gustavu García

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