jueves, 24 de diciembre de 2009

¿Qué es para tí la navidad?



"Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre" (Lucas 2: 10-16).


Te quiero preguntar: ¿qué es para tí la Navidad? Es una reunión de la familia, es un tiempo cúando uno espera regalos, es un momento de relajamiento de buena disposición, es un momento cúando escuchamos villancicos. ¿Qué es la Navidad? para tí.


La Navidad es compartir lo qué tengo con los necesitados, navidad es hacer de mí corazón un pesebre para Jesús, navidad es aceptar en mi vida como Salvador personal a Jesucristo nuestro Señor.
La Navidad con Jesús será diferente, la Navidad sin Jesús será un fracaso. La Navidad con Jesús será alegría, gozo, felicidad, la Navidad sin Jesús será amargura y un sin sentido de la vida.

Navidad es tener un invitado especial en mi casa, en mi hogar, en mi vida, es hacer feliz a las personas. Jesús desea pasar la Navidad contigo desea entrar en tú vida cúando dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).


Pasemos esta Navidad con Jesús. ¡¡¡Feliz Navidad!!!


Elvis Tuteanu



martes, 15 de diciembre de 2009

Breve tiempo de paz




Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. (1 Tes. 5: 3).




Cuando se esté terminando la obra de la salvación, vendrá aflicción sobre la tierra, y las naciones se airarán, aunque serán mantenidas en jaque para que no impidan la realización de la obra del tercer ángel. En ese tiempo descenderá la "lluvia tardía", o refrigerio de la presencia del Señor, para dar poder a la voz fuerte del tercer ángel, y preparar a los santos para que puedan subsistir durante el plazo cuando las siete plagas postreras serán derramadas.




Se me mostraron los habitantes de la tierra sumidos en la mayor confusión. Guerra, derramamiento de sangre, privación, necesidad, hambre y pestilencia abundaban en la tierra. A medida que estas cosas rodeaban a los hijos de Dios, éstos comenzaron a unirse y a eliminar sus pequeñas dificultades. Ya no actuaban dominados por su sentido de su dignidad personal, sino que una profunda humildad tomo su lugar de ésta. El sufrimiento, la perplejidad, y la escasez hicieron que la razón retomara su trono, y que el hombre apasionado e irrazonable se volviese cuerdo y actuase con dirección y sabiduría.




Se me llamó entonces la atención a otra escena. Parecía haber un corto tiempo de paz. Una vez más los habitantes de la tierra fueron presentados delante de mí; y de nuevo todas las cosas se hallaban en la mayor confusión. La lucha, la guerra, el derramamiento de sangre, con hambre y pestilencia, rugían por doquier. Otras naciones se hallaban empeñadas en esta guerra y confusión. La guerra causaba hambre. La necesidad y el derramamiento de sangre producían pestilencia. Y entonces los corazones de los hombres desfallecían "por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra" (Luc. 21: 26).




Los ángeles están reteniendo hoy los vientos de lucha, hasta que el mundo sea amonestado acerca de su inminente destrucción; pero se está preparando una tormenta, que se ha de desencadenar sobre la tierra, y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá tal escena de contienda que ninguna pluma la puede describir.




E. G. White